Tras la primera escena en la que nos presenta el pueblo, la cámara nos muestra el trabajo de unas mujeres en una fábrica de alfombras; primero con planos cortos nos muestra los gestos y las manos tejiendo la alfombra para luego abrirse y mostrar la nave con las mesas, con más mujeres, todas en silencio tejiendo con los mismos gestos, todas de parecida edad. El trabajo es mecánico, solitario, cada una hace su alfombra, no hay canciones, no hay ritos, tan sólo rutina.
Ortuño coloca la cámara de forma frontal y deja que sus tres protagonistas hablen de sus trabajos desde un sofá; dos trabajan en la fábrica de alfombras y la tercera en una fábrica donde se empaqueta fruta. Las tres, pero sobretodo una, relata vivencias del presente y del pasado relativas a su trabajo en la fábrica, al trato recibido por los jefes, a la injusticias laborales sufridas, al caciquismo que impera en el pueblo. No son grandes historias, son retazos a través de los cuales se expresa, la impotencia, la rabia y los deseos y ambiciones para la siguiente generación.
El vídeo es punteado aquí y allí por planos que muestran algunas placas de las calles del pueblo en donde una plaza recibe el nombre de 18 de julio, o una calle, la de Generalísimo Franco, para terminar de la misma forma que empezó con el repicar de las campanas.